
Después de recapacitar y valorar nuestra acción levantamos el teléfono con la necesidad de disculparnos, pero una visita inoportuna, en parte bienvenida nos invita a buscar la excusa perfecta para alargar el tema del perdón.
Y pasan los días convenciéndote a ti misma que tú no eres la culpable del enfado, evitas a esa persona, aunque desees hablar con ella, sería tan fácil acercarte y invitarla a tomar café, en fin posiblemente mañana lo veas de otro color y por fin te acerques y le pidas un abrazo por el cual te mueres y seguro que necesitas y es que el orgullo solo conduce a que te sientas mal.
Besitos de caramelo
Tessa