Bajo con cuidado, pensativa aquella escalera. Ella repasaba mentalmente la
idea de que hubiera sido mejor no aceptar la invitación de retornar a encontrarse
con los antiguos compañeros de su instituto. Bajo peldaño a peldaño, recogiendo su falda para que
sus recién estrenados zapatos lucieran con todo su esplendor.
Había trabajado muchas horas para poder reunir el
importe de ellos, pero se sentía radiante al echar un vistazo con disimulo al
final de sus pies; eran de color rojo pasión,
de fino tacón, con una pequeña hebilla plateada en una de las esquinas.
Terminó de bajar la escalera sonriente, cerca de ella, María la observaba con
aire de malicia. Ella había sido su rival en ciencias durante todo el curso. Miro a los allí presentes saludando sin moverse del sitio, reparo como el zapato de su pie derecho empezaba a molestarle
el talón, movió el pie con disimulo y se percató de que María también seguía en
el mismo sitio.
Era extraño que ella siguiera parada en el mismo ya que le encantaba ser siempre el centro de atención. Después de media hora apoyando el pie en aquella escalera, cuando después de pensarlo y ya preparada para irse, al iniciar la subida, oyó la voz de su ex compañera.
— ¿Ya te vas?—Preguntó.
—Acabo de recordar, que tengo que llegar temprano,
mañana salgo de viaje. Aún no sé porque he venido, no recordaba lo aburrido que
puede llegar a ser estas fiestas cuando pasa el tiempo y pierdes el contacto con la gente – dijo algo sorprendida.
—Te entiendo, a mi me pasa exactamente lo mismo, pero
soy incapaz de moverme, los pies me estas matando— dijo levantando el pantalón
para enseñarme sus zapatos.
¡¡¡¡ Sus zapatos eran idénticos a los míos, incluso el
color!!!! Las dos nos miramos y nos echamos a reír.
Nosotras que habíamos desperdiciado los mejores años de nuestra juventud en rencillas, nos dimos cuenta que aparte de unos zapatos incómodos teníamos muchas cosas en común.
Besitos de caramelo.
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