Hay días en
que necesito incluso desaparecer de mi misma, esos días en que el teclado del ordenador
anda medio adormecido en espera de perdurables horas, a que pulse el botón del encendido.
Pero hay tardes, que camino hasta un parque cercano, con la necesidad de
escuchar el silencio. Allí, sentada en lo más apartado del lugar, donde los
pocos transeúntes pasan con prisas, miro al cielo, en las nubes dibujo caras de
las personas que amo, algunas ya no estás
entre nosotros, otras viven lejos. Vivo solo para mí con infinito descaro, estas
horas que me permiten soñar en caminos lejos del mundo.
Hay un lugar
especial en mi corazón al cual me deslizo, mi libreta me acompaña, en ellas mis
personajes dormidos esperando que yo les de permiso para salir y juntos escribamos otro capítulo más… unas
cuantas horas, antes de que el cielo haya oscureciendo vuelvo y me entrego a mi
rutina.
Silencio
grito bajito a los que conviven en la libreta, mientras introduzco la llave,
unos breves segundos después el calor de mi hogar me vuelve a la realidad.
Besitos de caramelo
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