Me volví a mirar el gran reloj del centro comercial, eran casi las ocho y media. Decidí entran en una de las perfumerías, total tres cajas de colonias serán perfectas.-Pensé-.
Corrí hacia la primera caja que vi abierta, pero tuve la mala suerte que la señora que hacía cola al lado de esta caja y sin mediar palabra se me coló, acto seguido empezó a sacar cajas todas de formas y colores de pequeñas pastillas de jabón, exigiendo una bolsita para cada una con su correspondiente lacito, y su pegatina de felices fiestas.
Mientras la dependienta iba envolviendo los regalos con una sonrisa de resignación, yo me comía las uñas mirándola de reojo, sin dejar de preguntarme ¿Por qué a mí?
Por fin la señora y su bolsa desparecieron, después de pagar mis tres cajas de colonias, que por supuesto no deje que me las envolvieran por lo tarde que era, salí corriendo a la parada del autobús, cuál fue mi sorpresa al encontrarme a la misma mujer que hablaba a gritos explicando para quien era las dichosas bolsitas de jabones.
Corrí hacia la primera caja que vi abierta, pero tuve la mala suerte que la señora que hacía cola al lado de esta caja y sin mediar palabra se me coló, acto seguido empezó a sacar cajas todas de formas y colores de pequeñas pastillas de jabón, exigiendo una bolsita para cada una con su correspondiente lacito, y su pegatina de felices fiestas.
Mientras la dependienta iba envolviendo los regalos con una sonrisa de resignación, yo me comía las uñas mirándola de reojo, sin dejar de preguntarme ¿Por qué a mí?
Por fin la señora y su bolsa desparecieron, después de pagar mis tres cajas de colonias, que por supuesto no deje que me las envolvieran por lo tarde que era, salí corriendo a la parada del autobús, cuál fue mi sorpresa al encontrarme a la misma mujer que hablaba a gritos explicando para quien era las dichosas bolsitas de jabones.
Al llegar al autobús ella se abrió paso para subir la primera, dio tal impulso que al subir el primer peldaño las pastillas de jabón rodaron por el suelo con tanta mala suerte que la señora debido a su gran tamaño se desequilibro con tal fatalidad que se aparto para no pisarlas, se desplomó encima de mí. Me levanté esperando una disculpa, pero ella estaba muy contrariada y solo le preocupaban sus dichosas pastillas de jabón.
3 comentarios:
Ja,ja...Nuria, hace tiempo publiqué una entrada hablando de la mala educación que ha envuelto a nuestros queridos mayores. Me hace gracia cuánto se meten con los jóvenes -muchas veces con razón-, y lo poco que se fijan en los viejos o no tan viejos, que se cuelan, maldicen, malhablan y tienen toda clase de gestos egoístas y sin miramientos. ...Ainss... Si pasara algo malo, tal que una guerra... ¡Madre mía la que nos esperaba!!
Muy bueno el relato.
Un saludo y Felices Fiestas a pesar de todo.
Criticamos a la juventud, pero hay mayores que se creen que por su condición tiene derecho a todo,. La educación no ha de estar reñida con la edad. Buen relato. Saludos.
Muy guapo el comentario, siempre estamos criticando a la juventud, cuando algunas personas mayores son peores.
Espero que sigas con las mismas ganas de escribir a pesar de acabar este curso.
Felicidades,
Aurora.
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